Nos planteábamos la necesidad de recuperar el valor plástico e incluso escultórico, por qué no decirlo, que han tenido los puentes en el pasado. Y decimos escultórico con el objetivo de evitar la pura e inerte construcción sin carácter que afecta a la mayoría de las infraestructuras actuales.
La situación estratégica del puente fue suficiente razón para huir de una solución matemático-económica que evitara enfrentarse a problemas de forma y que diera lugar a un proyecto anodino con nula capacidad para actuar como referente en el paisaje.
La propuesta explora cómo crear diversidad desde la extrema sencillez. Tomando como punto de partida la geometría más sencilla posible, el círculo, y a través de unos mecanismos tan simples como la repetición y el cambio de escala, logramos diversidad y dinamismo.